Loscil

Loscil | “Lifelike” | Frond | 2019
La frase “menos es más” podría ser el lema bajo el cual el canadiense Scott Morgan ha trabajado a lo largo de su carrera como Loscil. El ex baterista del grupo Destroyer y uno de los mejores exponentes del ambient contemporáneo, ha logrado articular un sólido corpus musical sin salir del sello discográfico Kranky, el mismo que alberga nombres como Tim Hecker, Stars of the Lid o Grouper.
En su álbum número doce, Morgan se libera del contexto urbano de sus discos anteriores para enfocarse en algo “más orgánico”. “Lifelike”, editado a fines de 2019 por Frond, es un trabajo íntimo y cálido, que invita a escuchar con atención el maravilloso contraste entre las sonoridades digitales y analógicas. Son ocho tracks que transitan entre una luminosa oscuridad y la evocación de estados profundos, donde la idea del loop juega un rol protagónico.
¿Por qué el título del disco?
Tiene que ver con la idea de hacer música de manera más viva, más orgánica. Este álbum tiene mucho más de lo que se puede llamar instrumentos acústicos o de grabaciones de campo. Es decir, cosas de la vida real. Quería hacer un disco más “humano”, menos sobre tecnología y ciudades. Es un intento de ser más directo y expresivo.
¿En qué se diferenció este trabajo de los anteriores?
Muchos de mis discos anteriores están conceptualizados de manera fuerte, como “Plume” que tenía que ver con el clima, o “Sea Island” que estaba inspirado en un personaje. En este caso, no quise usar una narrativa así, sino centrarme en una forma más sencilla, basada más en trabajo de improvisación y en el descubrimiento del sonido. Usé mucho el piano, grabé loops y capas lentamente, como en el track “Breathes”.
Usas muchos loops en “Lifelike”. ¿Qué es lo fascinante de ellos para ti?
Me encantan las repeticiones. Me parecen hipnóticas. Los loops son como pequeños mundos en los que puedes quedarte por horas, notando matices y texturas. Además, me gusta cómo los loops generan un sentido de suspensión temporal. Pienso que pueden llegar a ser muy emocionales también.
Hay un contraste constante entre el sonido digital y lo acústico. ¿Fue a propósito?
Sí, todo eso fue intencional. Siempre me ha atraído ese contraste. La tensión entre lo artificial y lo natural. Entre la perfección digital y las imperfecciones humanas. Las grabaciones de campo, los instrumentos tocados a mano, las respiraciones… todo eso era importante para darle vida y emoción al disco.
¿Cuál fue el mayor desafío al hacer este álbum?
Creo que fue dejar de pensar demasiado. Estoy acostumbrado a trabajar con muchos conceptos y estructuras. Esta vez quise dejarme llevar más, confiar en mis impulsos y simplemente grabar. Eso es difícil para mí, pero también muy refrescante. Grabé mucho material antes de elegir lo que funcionaba realmente.
¿Qué te interesa expresar con tu música hoy?
Últimamente me interesa la belleza de las pequeñas cosas. Del sonido puro. Me gusta generar estados, ambientes, momentos que inviten a la contemplación. No me interesa tanto contar historias, sino sugerir sensaciones. Que quien escuche complete esa experiencia a su manera.
¿Hay artistas nuevos que estés escuchando y recomiendes?
Sí, disfruto mucho la música de Sarah Davachi, por ejemplo. También me gusta mucho Rafael Anton Irisarri. Ambos tienen esa sensibilidad por los detalles, por la textura. Creo que hay una nueva generación muy interesante haciendo ambient con una profundidad notable.
¿Planes para el futuro?
Voy a seguir tocando con mi proyecto paralelo, que se llama Submers. También hay posibilidades de colaborar con otros artistas, aunque no puedo adelantar nada. Y por supuesto sigo grabando. Siempre estoy grabando cosas.
“Lifelike”, más que un disco, es una invitación a detenerse. A apreciar minucias. A flotar en un océano sonoro donde el tiempo transcurre con otra lógica. Un trabajo vital para quienes buscan experiencia al escuchar.